martes, 12 de febrero de 2013


Narva, Estonia, Frente Oriental, 2 de febrero de 1944.


Jonas Fuglsang no pudo evitar protestar al enterarse que debía dirigirse al sector oeste de la ciudad al otro lado del río cuando no hacía media hora que había llegado a la ribera oriental. No es que le molestase tener que caminar entre la densa oscuridad que reinaba en gran parte de la denominada Línea Pantera, sólo que después de más de un mes de duros combates en el sur de Leningrado y luego en la Bolsa de Oranienbaum se creía merecedor de un par de horas de descanso.
Siempre obediente a pesar del descontento, antes de partir hacia el otro lado tomó instintivamente sus dos bolsas de primeros auxilios en un acto reflejo y se puso el casco. Un sanitario debía estar siempre preparado.
Mientras caminaba a toda prisa entra la caótica muchedumbre de soldados que intentaban levantar el campamento y aquellos que agotados buscaban a sus unidades,  el cabo enfermero Fuglsang quiso enterarse a través del suboficial que lo guiaba del motivo del llamado:
–¿Me puedes adelantar algo, Strauss?
El cabo Jürgen Strauss se detuvo de súbito. Giró ciento ochenta grados e iluminó el rubicundo rostro del enfermero danés con la exigua luz del farol de campaña con el que se guiaba.
–Dos noticias –dijo Strauss mostrando en alto dos de los tres dedos que le quedaban en la diestra–. Ninguna buena.
Intrigado por las palabras, pero más que nada por los gestos y el rostro de su interlocutor, Fuglsang aguardó expectante el resto de la información.
–Mañana mismo evacuan a todo el condenado I Batallón –Strauss hizo una pausa para examinar el efecto de sus palabras en el rostro de su compañero, y luego agregó–. Sin embargo, la 1º Compañía deberá permanecer en el frente.
–¿Hablas en broma, verdad? –balbuceó estupefacto el danés aunque sabía que el cabo no era afecto ni tenía gracia para hacer chistes.
–¡Ojalá así fuese! –exclamó sin sonrojarse Strauss–. Es la pura verdad. Dinter dice que es por culpa del teniente Lenz, o por ese capullo arrogante de von Bittrich que no hace ni un mes que está en el frente y quiere ganar la guerra él solo.
–No me fío de ninguno de los dos –sentenció desilusionado Fuglsang.
Durante el resto del camino no volvieron a cruzar palabras.  Ni aun cuando franquearon el famoso puente del castillo de Hermann que unía a la fortaleza homónima en la margen oeste del río Narva con la fortaleza de Ivangorod en la margen opuesta.
Pocas luces permanecían encendidas en la ciudad a pesar de que faltaban más de seis horas para media noche. El miedo a los bombarderos soviéticos mantenía a los civiles estonios y a los militares alemanes hermanados en la casi absoluta oscuridad. En algunos cruces de calles ardían tímidas fogatas con las que soldados de diversas unidades reunidos en pequeñas rondas intentaban combatir los -8º C que marcaban los termómetros.
–No puedo creer que no nos evacuen con todo el batallón –sentenció Fuglsang no resignado a que no los quitasen del frente.
–Es aquí –indicó el cabo Strauss y se perdió en el interior de una vivienda de dos plantas que sin duda había conocido tiempos mejores. El danés, tras vacilar un instante, lo siguió.
            En el interior de la propiedad, Fuglsang siguió al cabo hacia la planta superior a través de una escalera de pisos de piedra que estaba pobremente iluminada por una media docena de velas colocadas en unos candelabros baratos.  A medida que ascendía por los peldaños podía escuchar de forma cada vez más clara una voz segura y a la vez desconocida.
            Cuando Fuglsang ingresó a la pequeña estancia donde se llevaba a cabo la reunión,  ninguno de los escasos mandos de la 1º Compañía advirtió su presencia. Todos los hombres se amontonaban alrededor de una pequeña mesa, en la cual había un impecable mapa donde el oficial de enlace del Regimiento, un pulcro capitán que el danés sólo había visto una vez, deslizaba su índice desde un punto a otro. Aunque la charla parecía estar por acabar en lo que le tocaba al capitán, Fuglsang pudo saber que la nueva línea defensiva llamada Pantera, se extendía de norte a sur por todo el frente oriental desde el Golfo de Finlandia hasta la costa septentrional del Mar Negro.
            Desentendido de lo que decía el oficial de enlace sobre la campaña en general, Fuglsang empujó a los hombres que tenía ante sí para poder echarle una mirada al mapa que se encontraba sobre la mesa. A pesar de los muchos garabatos y codificaciones que no entendía, pudo comprobar que su unidad, el 24º Regimiento de Granaderos Acorazados Danmark de las SS, debería defender junto a otras unidades que también pertenecían a la 11º División de Granaderos Acorazados Nordland de las SS, la ciudad de Narva y el territorio que se extendía al sur de la misma.
Una vez finalizada la charla del capitán, tomó la palabra el oficial al mando de la Compañía, teniente Heinrich Lenz. Sin preámbulos ni frases simpáticas se dispuso a explicar en el tono perruno que lo caracterizaba el perímetro donde debía apostarse la unidad y las misiones a cumplir:
–A partir de mañana se establecerá una cabeza de puente en el lado este de la ciudad, en la margen oriental del río. Con las primeras luces del día los zapadores de la División como así también los zapadores de la  4º Brigada Voluntaria Nederland empezarán a instalar minas Teller y alambres de espino a lo largo de todo el perímetro   –Lenz hizo una pausa en la que repasó uno a uno los rostros de los presentes para comprobar que lo seguían–. La cabeza de puente corre de norte a sur paralela al río desde un poco más al norte de la aldea de Lilienbach hasta la aldea de Dolgaja Niva al sur a lo largo de unos siete kilómetros y medio.
            El oficial de enlace señaló ambos puntos en el mapa.
            Sin disimular su fastidio por lo que lo que consideraba una intromisión de su superior, Lenz retomó la palabra:
            –Como verán al norte el perímetro tiene una profundidad que no llega al kilómetro, sin embargo en el centro, por donde se encuentra el puente del castillo  y pasa la carretera, sobrepasa los tres kilómetros.
            –Igualmente de norte a sur en esa posición estarán las unidades de la 4º Brigada Nederland –intervino nuevamente el oficial de enlace y detalló–: 54º Batallón de Zapadores, 49º Regimiento De Ruyter y 48º Regimiento General Seyffardt.
–Al sur del segundo puente, el puente ferroviario, es donde nos posicionaremos –volvió a tomar la palabra Lenz y señaló en el mapa donde figuraba el nombre del Regimiento Danmark–. Desde el sur de la ciudad nos apoyará el 11º Regimiento de Artillería.
Los hombres miraron el mapa por un largo minuto esperando que el cartón les mostrara algo más que colores, letras y números. La posición que les tocaba defender tenía tres kilómetros de frente por unos dos kilómetros de profundidad. Con lo diezmado que se encontraba el Regimiento aquello parecía poco más que imposible.
–Para finalizar, como algunos ya sabrán –Lenz hizo una pausa en la que mostró una falsa sonrisa–; el I Batallón mañana será evacuado para recuperarse y completar las bajas. Si embargo, a nuestra Compañía la dejan en el frente.
Nadie mostró cara de sorpresa. Por lo visto las malas noticias corrían veloces entre los hombres.
–¿Cuáles son nuestras órdenes? –se atrevió a preguntar, lo que el resto deseaba pero no se animaba, el sargento Thomas Kierkegaard, un veterano ex policia de 35 años.
Antes de responder Lenz lo fulminó con la mirada, luego sentenció:
–Primera línea de defensa de un sector del perímetro y patrullas de exploración.
Un telón de plomo cayó sobre la habitación. Desilusionados por no marcharse con el resto del Batallón, los suboficiales se retiraron seguros de que los dejaban para ser carne de cañón.
–¡No me gusta nada el panorama! –se quejó el cabo Dinter mientras volvía hacia la margen oriental del río con el resto de suboficiales.
–¿Y desde cuándo te ha gustado algo, Dinter? –se burló el sargento Helveg.
Todo el grupo rompió en una única y sonora carcajada.  Sabían que no tendrían muchos más motivos para reír en el futuro cercano.

6 comentarios:

  1. Hola, gracias por compartir tus escritos. Resulta agradable la lectura y parece que vienen buenos datos incluídos, asi que aqui estaré para ir leyendo y comentando cuando pueda ser útil para tu trabajo, como solicitas en el ForoSGM.
    Te dejo un señalamiento que quizás quieras pulir, mira, aqui:

    "... tras vacilar un instante, lo siguió. (...) En el interior de la propiedad, Fuglsang siguió al cabo hacia la planta..."

    Verás que repites 'siguió' en dos frases de continuo. Una tontería, pero puede corregirse y mejora la lectura.

    Gracias de nuevo por compartir, saludos y buen trabajo,

    Daniel

    ResponderEliminar
  2. Gracias Daniel por tu comentario, y tendré en cuenta lo que me señalás.
    Espero verte seguid por aquí, y ya que está te paso la dirección de mi otro blog que luego se transformó en mi novela editada Panzerfaust. El sitio de Berlín.
    http://panzerfaustelocasodedelreich.blogspot.com.ar/2010_05_01_archive.html

    ResponderEliminar
  3. Estupenda, y esperamos mas , yo al menos.

    ResponderEliminar
  4. estoy esperando que empiezen los tiros, jaja muy bueno y como dice el señor vicente esperamos mas saludos

    ResponderEliminar
  5. Muchas gracias Vicente y Sergio por sus comentarios. Lamentablemente para vos Sergio, en este trabajo los tiros llegan mucho más tarde que en la novela Panzerfaust. Pero bueno, a no desesperar.

    ResponderEliminar
  6. Hola Kubis. Empeze a leer Panzerfaust y ojee los puentes de Narva. Aunque es un poco rapido para emitir una opinion, me gusta que en tus relatos hay un monton de detalles sobre el armamento utilizado, las posiciones defensivas, las tacticas y la geografia circundante. Te mando un saludo grande y estaremos ingresando por aqui para ver y leer tus nuevas. Saludos1

    ResponderEliminar